Historia del Justicialismo
Historia del Justicialismo
"En nuestro país, la línea nuestra es la línea de la primera junta, que era independentista. Rosas, que defendió eso, Irigoyen, que fue otro hombre que defendió también, y Perón. Todos los demás gobiernos argentinos han pertenecido a la anglosajona y la han servido, de una manera directa o indirecta".
(PERON, conversaciones en Madrid, junio a octubre, 1971)
LOS AÑOS DE LA DECADENCIA: EL SISTEMA LIBERAL DESDE 1930 A 1943
La crisis mundial de 1930 (financiera, agraria, ganadera), producto de los "ciclos económicos" o recesiones que experimenta periódicamente el capitalismo, se reflejó en nuestro país como en un espejo, determinando que la "clase dirigente" hiciera un replanteo de sus intereses -confundidos con los del país-, negociando con Inglaterra un vínculo más estrecho -y servil- (tratado Roca - Runciman), uno de cuyos gestores -nuestro vicepresidente- confesó en Londres esta encubierta verdad: "que constituíamos una parte del Imperio Británico" (desde el punto económico). ¿No veía Roca las relaciones existentes entre la dependencia económica y su influencia sobre lo político? Cuando años más tarde Roberto M. Ortíz resultó electo Presidente de la República en la Cámara de Comercio Británica, ya nadie tenía dudas sobre nuestra situación de factoría del Imperio. La sociedad cambiaba: se acrecienta el proceso de desarrollo industrial y lentamente, el nuevo papel proteccionista del Estado. Esta industrialización no es llevada a cabo por un sector autónomo, sino en gran medida por la misma oligarquía terrateniente que con gran talento político opera en tres frentes: 1) recuperación del poder político; sustitución del gobierno popular de Irigoyen (setiembre 6, 1930); 2) renegociación con el imperio Británico sobre la nueva forma de relación dependiente (Pacto Roca - Runciman) con asignación de una cuota preferente en el mercado inglés de carnes a cambio de igual trato para las inversiones británicas en nuestro país; 3) se inserta en el proceso productivo industrial con grandes inversiones. Estas medidas imponían además de la destitución de Irigoyen, una reorientación del papel jugado hasta ese momento por el Estado. De la política del Estado gendarme (dejar hacer, dejar pasar) el aparato oficial se vuelca al intervencionismo para salvar a los sectores dominantes: creación de la Junta Nacional de Granos (que regula la comercialización y producción agraria); Ley de Carnes (para el control de la producción); Banco Central (cuya estructura fue planificada por el perito británico Sir Otto Niermeyer a fin de regular el aparato financiero); control de cambios, etc.
El sistema empieza a cuestionarse con mayor intensidad: primero, con el radicalismo irigoyenista, ahora, por las diversas élites conspirativas -los nacionalismos-; las agrupaciones en disidencia dentro del radicalismo -FORJA-; por pensadores solitarios -Manuel Ugarte-; finalmente, por políticos que demasiado tarde descubren la profunda amoralidad del sistema: Lisandro de la Torre.
La década del 30 presencia el acelerado agotamiento del radicalismo como movimiento popular. Sus revoluciones fracasan (Bosch, Paso de los Libres; los hermanos Kennedy en Entre Ríos), y en la "artera encrucijada del cuarto oscuro" le gana siempre la oligarquía fraudulenta. Se había extraviado la senda por la muerte del Caudillo (1933) y la dirección claudicante y entreguista que lo sucedió (encabezada por el grupo oligárquico de Alvear). Mientras crece la industrialización, surge una nueva clase trabajadora. Esta época amarga, cuyo reflejo son los poemas de Discépolo, es la de los grandes suicidas: Lugones, Alfonsina Storni, Horacio Quiroga, Lisandro de la Torre.
Lisandro de la Torre fue quizá el último liberal, de la estirpe de aquellos que en el siglo XVIII destruyeron el absolutismo monárquico, brindando al hombre una nueva conciencia moral. Su destino lo condenó a nacer demasiado tarde. En la generación del 80 hubiera sido más que un Alem, un del Valle, un Wilde, un Joaquín V. González, brillante parlamentario del sistema que se hallaba en su madurez; seguramente, presidente de la República. El liberalismo que le tocó vivir fue el de la decadencia, el del fraude sistemático, el de la oprobiosa dependencia externa. El grupo dirigente (el "patriciado" del siglo anterior) había perdido su coherencia de clase, su estilo, sus convicciones en el progreso, y su fe en la democracia (si alguna vez la tuvo). Su desencuentro con Irigoyen -y de hecho, con el radicalismo-, al que no pudo entender en su inorganicidad democrática y en su fervoroso nacionalismo popular, y su enfrentamiento con el Régimen, cuyo verdadero rostro descubrió implacable en los últimos años de su vida, lo dejaron suspenso entre dos aguas, que concluyeron por llevarlo a la esterilidad: la corriente popular irigoyenista y la oligarquía europeística dueña de la economía y de la cultura. En la estructura total de la Argentina de su época, DE LA TORRE NO TENIA NINGUNA POLITICA DE REEMPLAZO NI UNA CLASE DONDE INSTRUMENTARLA. LA OLIGARQUIA ERA CONSERVADORA, LA CLASE MEDIA, RADICAL Y LOS TRABAJADORES SE DIVIDIAN ENTRE LOS PARTIDOS COMUNISTA Y SOCIALISTA. PEOUEÑOS SECTORES DE LA BURGUESIA AGRARIA Y COMERCIAL; ALGUNOS INTELECTUALES: HE AHI SU CLIENTELA ELECTORAL, SUS SEGUIDORES. Esa fue su fatal falencia. A la vitalidad del radicalismo y al fraude sistemático del Régimen viciando las instituciones, quiso oponer una democracia químicamente pura, con un parlamento a la inglesa e instituciones municipales de las que había visto en Estados Unidos. Su envejecido proyecto, carente de viabilidad en función de las necesidades de la sociedad de su tiempo, con profundas apetencias de justicia social, de redistribución equitativa de la riqueza, ávida de participar en el poder político -todo lo cual llegaría con el peronismo- tiñó de una amortiguada sombra su figura, de un claroscuro cada vez más opaco su inevitable frustración en la vida pública, -y consiguientemente malogró su vida personal supeditada a aquella-, hasta concluir en el suicidio liberador con el que los grandes espíritus expresan el desengaño de su época.
El equipo de Alvear en alguna medida era un cómplica del régimen, al que legalizaba con su presencia en los comicios. En el mes de junio de 1935 surge dentro de la Unión Cívica Radical como reacción contra la conducción, la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) uno de los precedentes ideológicos más importantes del peronismo, que propugnaba el retorno a la línea nacional y popular del federalismo y del irigoyenismo, siendo sus banderas de pronunciamiento "la soberanía popular, la soberanía nacional y la emancipación del pueblo argentino". (Manifiesto). Y sus consignas "Patria, pan y poder al pueblo" "Tenemos una economía colonia; tenemos una cultura colonial, tenemos una política colonial". Sometida a la influencia del primer Haya de la Torre, FORJA propició la revolución americana y nacional asentada en las masas y un antiimperialismo militante: "la disociación de los pueblos de América es tan grave causa de la opresión a que se hallan sujetos, como el estado de separación interna de las fuerzas llamadas a realizar su liberación. Sostenemos la necesidad de instaurar la unión efectiva de las naciones de América para realizar los actos fundamentales de su emancipación".
La soberanía popular era "la democracia del destino, que se hace presente en nuestra historia en la heroicidad de los ejércitos de la libertad; con el tumulto del pueblo de Mayo; con la bravura indómita de Güemes y hasta con las simbólicas cadenas que opone Rosas a la pretensión de las banderas extranjeras que invaden nuestros ríos y nuestra soberanía". Existe en FORJA un claro concepto de la línea nacional opuesta a la anglosajona, y a la participación de la burguesía comercial del puerto en favor de los intereses de los países centrales: "Fue la finanza internacional en convivencia con el pequeño grupo oligárquico local quienes promovieron y gestaron en gran parte nuestra revolución emancipadora de la tutela hispana, para entregarnos a un coloniaje bastardo que aún sufrimos y cuyas consecuencias se agravan con el tiempo". También se tenía claro las etapas (y misiones) que debían cumplir los movimientos populares: "La tragedia de la patria entregada a la voracidad internacional del capitalismo es la tragedia argentina. EL PUEBLO QUE ALCANZO CON IRIGOYEN SU EMANCIPACION POLITICA, RECLAMA AHORA SU EMANCIPACION ECONOMICA". Y la videncia de nuestros problemas nacionales alcanza hasta la profecía: "Así la emancipación económica y la justicia social, serán el complemento indispensable de la independencia política" (Jauretche). No obstante, la falencia de FORJA está dada en que su pensamiento no trasciende la ideología de la clase media; no consigue ligarse al trabajador argentino. Estos debían esperar aún el gran movimiento de masas -el peronismo- para canalizar sus necesidades de justicia y cambio social. Vuelve a reproducirse el traspaso proteico de la línea nacional de un movimiento en otro; es la corriente del río que sigue marchando a través del tiempo, los vasos comunicantes que vivifican la lucha del pueblo: el radicalismo da sus hombres (y lo mejor de su pensamiento) al peronismo. Los que quedan afuera están influídos por el espíritu de partido y por la ideología del sistema liberal que sobreviven en la mente de los dirigentes. La fórmula Perón-Ouijano es sostenida por la Unión Cívica Radical (Junta Renovadora), con Armando Antille, J. Hortencio Ouijano, Eduardo Colom y otros; de FORJA pasan al peronismo Héctor Maya, Miguel López Francés, Alejandro Greca, Arturo Jaureche, y uno de los más grandes visionarios del pensamiento nacional de la época: Scalabrini Ortíz.
Scalabrini se dedica a descubrir el mecanismo de dominación del Imperio Británico en la Argentina, y en especial, el poder de las empresas ferroviarias "superior -como dice Hernández Arregui- al de los gobiernos nacionales, el que impuso tarifas aduaneras, administró o anuló puertos, orientó o impidió determinados cultivos, enfrenó el desarrollo de poblaciones enteras, escogió presidentes, vetó candidaturas". En tal situación Scalabrini postuló insistentemente que "adquirir los ferrocarriles es adquirir soberanía".
"El hombre que está solo y espera" como se había definido, aguardaba la Revolución. No debió esperar demasiado: como el Bautista, fue quien anunció la buena nueva para los humillados y ofendidos: la época de crear y de vivir que se acercaba, los años de los ferrocarriles argentinos y de la justicia social, la hora de los pobres y de los pueblos: LOS TIEMPOS DE JUAN DOMINGO PERON.
EL ESTADO LIBERAL SE OPONE FRONTALMENTE AL ESTADO POPULAR
POR SU TRAYECTORIA Y ORIGEN HISTORICO LOS MOVIMIENTOS DE MASAS NO PERTENECEN NI SE DEBEN A LA ESTRUCTURA DEL ESTADO LIBERAL NI A LOS PRINCIPIOS DOGMATICOS DE ESA DOCTRINA: SU FUENTE ES DISTINTA PORQUE TAMBIEN DISTINTAS SON LAS VERTIENTES DE DONDE PROCEDEN AMBAS CORRIENTES: EL PODER DE LAS MASAS SE ASIENTA EN EL EJERCICIO DE UNA AUTENTICA DEMOCRACIA POPULAR, EN LA EXISTENCIA DE UN CAUDILLO QUE LAS CONDUCE, EN SU FUERTE CONTENIDO CONCEPTUAL-EMOTIVO DE NACIONALISMO DEFENSIVO CONTRA LAS POTENCIAS COLONIALES, EN LA EXIGENCIA DE UNA MEJOR DISTRIBUCION DE LA RIQUEZA Y EN QUE LOS MEDIOS DE PRODUCCION Y LA CULTURA NO SEAN FACULTADES INALIENABLES DE UN SOLO SECTOR DE PRIVILEGIADOS, SINO QUE CUMPLAN UNA FUNCION SOCIAL. La presencia de las masas, sus apetencias de poder político y de creciente participación en las riquezas, determina todo lo inconciliable que existe entre la dinámica de movilización de estos Movimientos y la forma (Estado Liberal) que los encubre.
Se hacía preciso pues, estructurar un nuevo Estado adecuado a esas necesidades. Un nuevo ordenamiento jurídico, empezando por la Carta Constitucional, y la nueva ideología (comenzando por la historia) de las masas nacionales. El radicalismo fue trabado desde adentro (por el "grupo azul", antipersonalista u oligárquico -Marcelo de Alvear, Melo, etc.-) y desde afuera por el Régimen y el capitalismo extranjero. Respetó los valores, el statu-quo del liberalismo y pagó por ello: más que destruido, fue integrado al sistema, hasta quedar convertido en uno de los partidos políticos de¡ régimen fraudulento de la década infame que decapitó el golpe de Estado el 4 de junio (1943).
EL PRELUDIO DE LA GRAN REVOLUCION: EL 4 DE JUNIO DEL 43.
El Estado Justicialista surge cuando la crisis del liberalismo se hace irremediable. La sociedad capitalista dependiente ha llegado a su agotamiento: fracasado el populismo irigoyenista por la embestida de la debacle económica mundial (1930); frustrado el conato fascista de Uriburu (1930-32); anquilosado el Estado pseudodemocrático, putrefacto hasta las raíces por la proscripción de las mayorías, el fraude, los negociados (de las tierras del Palomar; de la concesión de los servicios eléctricos); sumergido en la injusticia social (presidencias de Agustín P. Justo -1932-38-; Roberto Ortíz - Ramón Castillo, 1938-43), se desemboca en el definitivo callejón s:n salida: ha desaparecido la democracia política, los partidos son irrepresentativos, los imperialismos (Inglaterra, EE.UU.) luchan entre sí para imponernos su dominación (comercio de las carnes, frigoríficos).
El golpe militar del 4 de junio de 1943 pone término a algunos de estos males. El eje conspirativo del levantamiento fue el GOU (Grupo de Obra Unificada) constituido formalmente dentro de las filas del ejército el 10 de marzo de 1943, pero que preexistía con anterioridad. Tiende en esencia, a lograr la unidad de la oficialidad, desgastada por la política fraudulenta que se venía practicando desde la presidencia del Gral. Justo y levantaba un programa de nacionalismo económico y depuración administrativa. El presidente Castillo había resultado impotente para detener la marea revolucionaria. Su régimen se disuelve sin resistencia, y con él casi un siglo de dominio oligárquico, más allá de las tentativas del irigoyenismo. El Gral. Rawson toma posesión del gobierno, pero es reemplazado de inmediato por el Gral. Pedro Pablo Ramírez, Ministro de Guerra de Castillo, afín al GOU y a las necesidades de la logia. El ejército que estaba detrás de la revolución de junio pronto se definió: era antioligárquico, antiliberal y anticomunista. Sospechado de fascista por el sistema, aspiraba (la revolución) "a ser profundamente transformadora, especialmente en su sentido moral y humanista" y "no estaba destinada a cambiar hombres o partidos, sino a cambiar el sistema". Su objetivo fundamental era la lucha por la soberanía y la unión americana practicando un nacionalismo defensivo ante la penetración anglosajona mientras propiciaba una política de industrialización fundada en razones de seguridad. Coincidía en esto con los intereses de la burguesía nacional industrialista, ávida de proteccionismo estatal. Esta década ha visto el crecimiento de un nuevo proletariado fabril urbano, procedente de las provincias como consecuencia de un acelerado proceso de inmigración interna, el que no se integró a los partidos políticos de extracción obrera (comunista-socialista). Estos trabajadores esperaban el Verbo que les mostrara el camino, la doctrina nacional de sus reinvindicaciones.
EL PRE-ESTADO JUSTICIALISTA (1943-1946)
La Argentina desde la muerte de lrigoyen y la pérdida de un sentido nacional totalizador de su movimiento -copado por el antipersonalismo había quedado sin voz. Desde los nacionalismos hasta Forja y otros sectores del radicalismo se buscó infructuosamente el camino. Pero la estructura de la Nación había cambiado: ya no serían las clases medias los protagonistas de la historia, sino los trabajadores puestos de pie con su naciente Caudillo. La ideología nacionalista -el justicialismo- de la nueva clase trabajadora, le iba a ser dada por un coronel miembro del GOU, que en 1943 (octubre 27) se hizo cargo del Departamento Nacional del Trabajo, transformado poco después en Secretaría de Trabajo y Previsión (noviembre 27, 1946): Juan D. Perón. Es él quien pone al descubierto la cuestión social" (explotación y sumergimiento de los trabajadores) y la necesidad de la justicia social para concluir con esos males: "Desde muy joven, cuando presenciaba la incorporación de los soldados a mi regimiento, frente al estado lastimoso en que llegaban, se había despertado en mí un profundo sentimiento social ante lo que todos considerábamos como una tremenda injusticia. Entonces, más del 20 % de los soldados convocados a las filas eran rechazados por debilidad constitucional (y miseria fisiológica y social) en un país que se ufanaba por contar con sesenta millones de vacas. Al recorrer Europa pude persuadirme que causas semejantes habían generado idénticos efectos en las comunidades continentales". Decir que en el Departamento de Trabajo surge el movimiento peronista es fijar una fecha en el tiempo; el peronismo brota de más atrás: de las experiencias vitales de Perón, de la concreta situación social del pueblo argentino, oprimido por los imperialismos y explotado por las clases gerentes internas. La sombría realidad que Perón conocía tan bien, surgió nuevamente a la luz en el Departamento de Trabajo: "lo que más impresionó al coronel Perón en su visita al Departamento de Estadísticas, fueron los diagramas del déficit alimentarlo de la familia obrera. El subconsumo o consumo inframínimo era un cáncer que minaba la existencia de cientos de miles de seres que labraban la riqueza de unos pocos" (José Figuerola, Jefe de Estadísticas de ese Departamento, 1943). La mortalidad infantil, el desempleo, la miseria, las enfermedades endémicas en muchas zonas del país; los trabajadores urbanos y rurales sometidos a la explotación más inicua; los mensúes, quebracheros, algodoneros chaqueños; los obreros azucareros de Tucumán y Jujuy; la despoblación de provincias enteras; el desarraigo; la soledad del hombre impotente ante su destino; tal fue la carnadura humana que latía más allá de los cuadros estadísticos. El alma de su pueblo desamparado fue lo que golpeó el corazón de Perón. Así fue que afrontó todos los riesgos: los enemigos de adentro y de afuera eran poderosos. la Argentina, que se había negado hasta el final a declarar la guerra al Eje (Alemania, Italia, Japón) se encontraba cercada por las grandes potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, aislada y sometida a un implacable bloqueo económico. Perón cree que solo el Estado puede estar en condiciones de regular las relaciones sociales. Organiza la política salarial, pone en marcha la estructuración de los antiguos y nuevos sindicatos cuya conformación jurídica se establece a través de la ley 23.852/45 de Asociaciones Profesionales; crea el nuevo régimen provisional (de jubilaciones y pensiones), los Tribunales del Trabajo, el Consejo Nacional de Previsión Social, hace sancionar el Estatuto del Peón y la legislación de aguinaldo y vacaciones pagas. Esta transformación de las relaciones sociales y laborales pronto se hace sentir: "en nuestro trabajo sindical advertimos a partir de 1944 cosas increíbles: que se hacían cumplir leyes sociales incumplidas hasta entonces; que no había necesidad de recurrir a la justicia para el otorgamiento de vacaciones; otras disposiciones laborales como el reconocimiento de los delegados en las fábricas, garantías de que no serían despedidos, etc., tenían una vigencia inmediata y rigurosa. Las relaciones internas entre la patronal y el personal, en las fábricas, habían cambiado por completo de naturaleza. La democratización interna que imprimimos al sindicato metalúrgico hacía que el delegado de fábrica constituyera el eje de toda la organización y la expresión directa de la voluntad de los trabajadores en cada establecimiento" (Angel Perelman, "Como hicimos el 17 de Octubre").
La oligarquía se revuelve exasperada. Con el apoyo del embajador norteamericano Braden, organiza la Marcha de la Libertad (setiembre 19, 1945) dirigida a lograr la aniquilación del régimen militar. La Unión Industrial, la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural, coaligadas con los sectores políticos van armando la trampa del alejamiento de Perón. Este contesta todos los golpes: "las fuerzas que se oponen a nuestra política de justicia social han representado dentro del país la eterna oligarquía económica, que ha manejado a la oligarquía política"; "cuando se dice pueblo, somos nosotros; cuando se dice aristocracia, capitalismo y otras calificaciones, son ellos" (A los obreros ladrilleros, agosto 21, 1945). El 9 de octubre, 1945, algunos sectores militares de Campo de Mayo, encabezados por el Gral. Avalos piden al presidente Farrell la renuncia de Perón. ¿Significa esto un fracaso de su obstinada tentativa de unión pueblo-ejército? No, es sólo un retroceso, una postergación hasta el 17 de octubre. La renuncia se produce el mismo día 9, y el 13 Perón es detenido y trasladado a Martín García, donde durante cuatro días permanece confinado en una habitación. En ese lapso, pudo tener la amarga sensación de la derrota y el fracaso.
Era solo una ilusión. Afuera de la isla, en el gran Buenos Aires, en sus aledaños, en el país todo, su nombre es bandera de combate por la liberación, mientras el pueblo como un gigante herido que toma fuerza se aprestaba para dar el zarpazo definitivo: el 17 de octubre la nueva conciencia en marcha cambiaría el destino de la Nación para siempre.
EL "DESCAMISADO" DE OCTUBRE: LA REVOLUCION SOCIAL Y LAS VISPERAS DEL PODER
La conciencia política deL peronismo -Perón, trabajadores-, mostró su rostro el 17 de octubre.
"Yo te daré una cosa que empieza con p: ¡Perón!"; "la vida por Perón", decían mientras marchaban hacia plaza de Mayo. Perón era síntesis de todos los programas posibles, de los derechos denegados y de las reivindicaciones proscriptas; Perón era la necesidad de algo más profundo: el poder, todo el poder para el pueblo. La conciencia política y la organización habían ido madurando en las relaciones con el líder en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Cuando los trabajadores marchan, cuando miles de hombres y mujeres de Berisso, Ensenada, Avellaneda cruzan el Riachuelo; cuando de todos los rincones del conurbano se empieza a invadir lentamente la ciudad, desoyendo el paro dispuesto por las autoridades de la CGT para el día 18, el pueblo ha encontrado no solo una conciencia revolucionaria de su propia fuerza y la organización que ha de llevarla siempre al triunfo, sino al Jefe, al Conductor, que ya no está en los vacilantes dirigentes de la CGT, sino preso en Martín García: Perón. Una de las figuras trascendentes de la jornada y que la vivió por dentro ha dicho: "fue un movimiento de gratitud hacia un hombre aparentemente vencido. ¿Qué pueblo ha salido a defender a un hombre vencido? Ninguno. ¡Solamente el pueblo argentino! ¡Vean ustedes si habrá sido y es grande Perón! Cuando él estaba aparentemente vencido, el pueblo salió a la calle con su bandera. PORQUE EN ESE MOMENTO AL DECIR PERON, DECIAN PATRIA". (Eva Perón, Historia del Peronismo).
Es la religión civil que empieza a andar: la inmensa fe, la incapacidad para la duda, la fuerza para creer y sentir. Cuando llega la noche, y el pueblo se "ha lavado las patas" en las fuentes de la plaza de Mayo, cuando la conspiración antiperonista está vencida, el Jefe, el nuevo y gran Caudillo, le habla a los trabajadores: "Este es el pueblo de la patria. Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió frente al Cabildo que se respetara su voluntad y sus derechos. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no hay perfidia ni maldad humana que puedan someterlo. Interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la patria. Esa unidad la sentimos los verdaderos patriotas, porque amar a la patria no es amar sus campos y sus casas, sino amar a nuestros hermanos.
Y presente su vieja, obstinada idea de la unidad nacional, aún en aquella noche de las luces y de las sombras cuando el pueblo preguntaba "dónde estuvo". Rehusa confesarlo, pero insiste: "Recuerden los trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa patria la unidad de todos los argentinos". Como dice Perón un año más tarde "el 17 de octubre será para todos los tiempos Día de los Descamisados, el día de los que tienen hambre y sed de justicia".
LA LUCHA ELECTORAL
Al 17 de octubre le sigue la conformación de un desesperado intento de la partidocracia, y en su conjunto de todo el sistema, para sobrevivir: la Unión Democrática (radicales, comunistas, demócratas progresistas, socialistas) que con la fórmula Tamborini-Mosca para los comicios de 1946, enfrenta a Perón-Quijano, boleta del partido Laborista y del radicalismo (Junta Renovadora).
El debate encarado ciegamente por la Unión Democrática en términos políticos, era ya una lucha social, de división de clases. Mientras se especulaba con el triunfo electoral basado en la fuerza de los partidos coaligados, una realidad inédita surgía desde abajo: el poder sindical, como elemento decisivo en la balanza. El enfrentamiento se daba a dos niveles: el mínimo, explotador-explotado, patrón-obrero. El más amplio, involucrante de una verdadera alianza no ya de orden interno, sino en vista a la lucha nacional antimperialista: "obreros, empleados, campesinos, profesionales, artistas, intelectuales asalariados, pequeños comerciantes, industriales y agricultores", contra "latifundistas, hacendados, industriales, comerciantes, banqueros, rentistas y todas las variedades del gran capitalismo nacional y extranjero, con profundas raíces imperialistas" (declaración de principios del Partido Laborista, octubre, 1945). O SEA YA, LA NOMENCLATURA DEFINITIVA DEL ENFRENTAMIENTO: PUEBLO CONTRA OLIGARQUIA. Lo había dicho Forja: "En el debate planteado en el seno de la opinión está perfectamente deslindado el campo entre la oligarquía y el pueblo" (Junta Nacional, octubre 17, 1945).
El jefe de las masas había calado en profundidad todo lo esencial que estaba en juego y sus consignas llegaban a la conciencia del pueblo: "El enfrentamiento se da entre la justicia social y la injusticia social. Ouiero... dirigirme a los hombres de buena voluntad que aún no han comprendido lo esencial de la Revolución Social", y luego, lapidario el llamamiento: "Hermanos: con pensamiento criollo, sentimiento criollo, y valor criollo, estamos abriendo el surco y sembrando la semilla de una patria libre, que no admite regateos de su soberanía, y de unos ciudadanos libres que sólo lo sean políticamente, sino que tampoco vivan esclavizados por el patrono. Síguenos: tu causa es nuestra causa; nuestro objetivo se confunde con tu propia aspiración, pues sólo queremos que nuestra patria sea socialmente justa y políticamente soberana" (Perón, Discurso de proclamación de la fórmula, 12 de febrero, 1946).
Las consignas a medida que se acercaba la fecha de los comicios (24 de febrero, 1946) se hicieron dramáticas: "No concurran a ninguna fiesta a que inviten los patrones el día 23; quédense en casa y el día 24 bien temprano, tomen las medidas para llegar a la mesa en que han de votar. Si el patrón de la estancia, como lo han prometido algunos, cierra la tranquera con candado, ¡rompa el candado o la tranquera, o corte el alambrado y pase a cumplir con la patria!" (Discurso de clausura, febrero 22, 1946).
El 24 de febrero de 1946, los humildes, la clase trabajadora, el pueblo argentino en su conjunto, que había perdido a su caudillo y al movimiento nacional que lo representara, se reencuentra con su destino: Perón-Quijano: 1.527.231 votos contra 1.207.155 de la fórmula Tamborini-Mosca. Era ahora sí, "todo el poder para el pueblo".
EL ESTADO NACIONAL JUSTICIALISTA
UNA NUEVA MORAL EN LAS RELACIONES SOCIALES: LA JUSTICIA SOCIAL.
El Estado Nacional Justicialista es el más colosal intento de integrar a todos los sectores sociales dentro de la Nación, y fundamentalmente, a la clase trabajadora, superando las concepciones clasistas (anarquistas, comunistas, socialistas) que hacían de los obreros un grupo social antagónico (y excluyente) de los otros sectores sociales.
La ideología superadora de los conflictos que vino a reemplazar los presupuestos ideológicos en liquidación del Estado Liberal, fue el Justicialismo, que pretendía ser una "solución humana a la mayor parte de los problemas del mundo como tercera posición filosófica, social, económica y política" dentro de una democracia plena de justicia social, reparadora de todos los abusos y privilegios. Se conocía el camino justo, el término medio creador, ajeno a los extremismos: "Conozco los linderos que separan una reivindicación obrera de índole económico-social de otra que aspira al dominio del proletariado. Conozco que tan peligroso para nuestra paz interna es el extremista que aspira al triunfo para vengarse de las injusticias recibidas, como el potentado que financia las fuerzas opresoras del pueblo" (mayo 11, 1945, "A los trabajadores").
Por ello, la primera etapa del Estado Justicialista fue de cambio social: se rescató de la explotación a la clase trabajadora, institucionalizando las organizaciones sindicales para ponerlas al servicio del país dentro de un orden de paz social. Se las convierte en factor de poder, no para condicionar al Estado sino para constituirse en uno de los pilares de su estructura y coadyuvar al equilibrio y armonía de la Nación.
El aporte del peronismo es haber integrado a los trabajadores pacíficamente dentro de la sociedad nacional, sin destrucciones ni violencias. Ningún país del Tercer Mundo, de la periferia sometida por el colonialismo, pudo lograrlo antes ni después. Ese es el legado de la revolución, su contribución aún no debidamente reconocida por otros sectores sociales, en especial la clase media.
LA CAIDA DEL ESTADO JUSTICIALISTA Y LOS AÑOS DE LA RESISTENCIA (1955-1973)
Durante diez años (1946-1955) las masas ejercitaron el poder político. Se vivió en el sistema de la verdadera democracia: "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".
Pero la ideología del Estado Liberal permanecía en el fondo de las conciencias de vastos sectores de la clase media, en la Universidad, en ciertas estructuras de los partidos políticos y del Estado y en los antiguos grupos de poder y presión ligados a la economía agro-exportadora que había sido controlada por el Estado Justicialista.
Para ellos, la democracia auténtica era aquella establecida por las instituciones del liberalismo, la prevista para el sistema de la partidocracia, o sea la que efectivamente ejercía una sola clase social -la burguesía- y donde necesariamente debían estar los sectores del trabajo convenientemente reducidos como para no tener ningún tipo de control (o poder) dentro de esos partidos. Cuando irrumpe un movimiento de masas -el peronismo-, que usa al partido apenas como rótulo jurídico, puesto que lo trasciende en el dinamismo de sus múltiples organizaciones y clases, como trasciende también el Estado Liberal para el cual esos partidos fueron creados, ya no estamos en presencia de la "democracia" sino del "totalitarismo" o cualquier otra forma de asignarle nombre a una realidad que algunos no entienden y otros comprenden demasiado bien: por ejemplo, los terratenientes y los monopolios cerealeros enemigos del IAPI; la burguesía industrial, necesitada de bienes de capital y de financiación externa. Estamos ya en la etapa en que los imperialismos monopolizan la producción industrial y el capital bancario. La presencia de una Nación soberana era altamente inconveniente para esos intereses y un pésimo modelo para las naciones colonizadas de América Latina.
Había que destruir no ya al gobierno justicialista sino al mismo Estado Nacional, a fin de separar al Estado de los trabajadores, y poder aplicar la nueva política de explotación para la clase obrera y de total subordinación de nuestra economía al capital extranjero en esa etapa de concentración y centralización.
La clase media, tan oprimida por la alta burguesía como los sectores de trabajo, fue utilizada como eje de maniobra contra el gobierno popular. Cien años de contaminación ideológica, de adopción de pautas, valores y sistemas de la oligarquía pesaban sobre su mente, el miedo a proletarizarse, a descender de escalón social, su especial psicología enemiga de todo cambio y en especial, de esa transformación vertiginosa que el peronismo le había impreso al mundo que le rodeaba; su individualismo, reacio a proyectarse hacia la comunidad, su misma dependencia económica con relación a la oligarquía, la convirtieron en colaboradora y cómplice. Las realizaciones del Estado Justicialista en la esfera social, el avance de la clase traba adora hacia mejores condiciones de vida, su mismo poder político, se les antojaba una injusticia incalificable.
El 16 de junio de 1955 estos prejuicios e intereses sólidamente coaligados, golpearon contra el sistema justicialista: un sector de la Marina de Guerra, tomó posesión del Ministerio y alrededor de mediodía bombardeó la Casa Rosada, masacrando al pueblo. Al anochecer, la rebelión había fracasado. La actitud generosa del gobierno, al negarse a aplicar la pena de muerte a los insurrectos, convirtió a este episodio en una especie de ensayo para otra tentativa más vasta: el 16 de septiembre, unidades militares de Córdoba y Curuzú-Cuatiá y las bases navales de Río Santiago y Puerto Belgrano asestaron el segundo golpe que el gobierno, contando con el apoyo casi total del Ejército y de la Aeronáutica, pronto estuvo en condiciones de sofocar. Pero se trataba de un operativo general, que involucraba diversas zonas del país y el Peligro de la guerra civil. Así lo comprendió el Jefe de Estado que era también el Caudillo que debía velar por su pueblo: "No he tenido ninguna duda acerca de la posibilidad del pueblo y del Ejército para sofocar la rebelión, pero esta lucha costaría demasiada sangre. Yo, que amo profundamente a mi pueblo, me horrorizo al pensar que por culpa mía los argentinos puedan sufrir las consecuencias de una despiadada guerra civil. No quiero morir sin realizar antes un último esfuerzo dirigido a garantizar la tranquilidad de mi gente". Era un ofrecimiento de renunciar al poder, por la paz y la unidad de todos los argentinos. Creía de este modo salvar las conquistas de los trabajadores y los derechos del pueblo a la justicia social. El 25, partía Perón hacia un largo exilio de 18 años. Era el turno de la línea anglosajona.
LA RESTAURACION DEL ESTADO LIBERAL (1955-73)
El 23 de septiembre (1955) se hace cargo del gobierno el Gral. Eduardo Lonardi. Se inicia así el período de la "Revolución Libertadora", que comprende dos etapas: Lonardi (septiembre 23, noviembre 13, 1955) y Pedro Aramburu (noviembre 13, 1955-1958) de creciente poder represivo. La Confederación General del Trabajo es intervenida, de igual modo que la Confederación General Económica; se inhabilita a dirigentes sindicales y delegados de fábrica en forma masiva (150.000). El aparato del Estado Justicialista es desmontado minuciosamente: desnacionalización del Banco Central; liquidación del Instituto de Promoción del Intercambio (IAPI) y de la Fundación "Eva Perón"; derogación de la Constitución Nacional por decreto (abril 23, 1956) y restauración de la Constitución liberal de 1853; disolución del Partido Peronista, etc. Se falsifica un cuadro sombrío de las finanzas argentinas y de inmediato se nos integra -tal como era el proyecto de los mentores del golpe contra el gobierno justicialista- a la economía mundial en una etapa de absoluta concentración. Ingresamos al Fondo Monetario Internacional y se aplica el denominado Plan Prebisch.
El 9 de junio de 1956 un movimiento revolucionario pro-peronista dirigido por el Gral. Juan José Valle es vencido a pocas horas de su estallido y son fusilados sus participantes civiles y militares en basurales y guarniciones, entre ellos el propio jefe del levantamiento.
El peronismo sobrevivió a todos estos embates; la línea nacional siguió corriendo por debajo de las instituciones demoliberales. En 1958, Arturo Frondizi sucede a Aramburu, y procede a aplicar la nueva política del imperialismo para los países subdesarrollados: "el desarrollismo". Todo este período y los que le siguen: José M. Guido (1962-63), Arturo Illia (1963-66) y la "Revolución Argentina" (1966-73) con sus tres presidentes, Juan C. Onganía, Roberto Levingston y Alejandro Lanusse, está signado por ocupaciones de fábricas, represión, atentados, terrorismo, guerrilla urbana y rural, proscripción de las mayorías y gobiernos espúreos ante su ausencia.
La única salida para un país en la encrucijada, era el retorno del pueblo al poder, o sea del peronismo. Cuando el sistema liberal penetra al definitivo tembladeral de sus crisis, y se han agotado todas sus opciones económico-políticas, volvió sus ojos hacia el creador de una doctrina que siendo justa, está al servicio de los trabajadores, pero por encima de ellos, de la Nación en su conjunto.
Era el gran Caudillo proscripto, que, a diferencia de San Martín y Rosas, pudo retornar del exilio para servir todavía a su país, liberado de odios y rencores, "casi descarnado", por encima del mal o del bien. Jamás había ocurrido antes en Latinoamérica ni en el mundo.
El justicialismo, como los árboles, había sabido retoñar sus verdores; como un incendio, propasarse en los espíritus de la nueva sociedad. El 25 de mayo de 1973, el peronismo retornó al poder.
LA HISTORIA MAS RECIENTE
Pero el Gral. Perón muere el 1º de julio de 1974, asumiendo su vicepresidenta y esposa, María Estela Martínez de Perón, que es derrocada por un gobierno militar, el 24 de marzo de 1976.Luego de la Batalla de las Malvinas, el gobierno militar cedió a las presiones populares. El 30 de Octubre de 1983, es electo Raúl Alfonsín, de la UCR, derrotando electoralmente al peronismo por primera vez en su historia. Esto dió comienzo a un período de renovación, que permitió el regreso del peronismo al poder. El 14 de mayo de 1989, es electo presidente de la Nación el Dr. Carlos Saúl Menem, que gobernó por dos períodos, hasta el 10 de diciembre de 1999.
El Peronismo pierde las elecciones de 1999, en manos del gobierno de la Alianza, siendo electo como presidente el Dr Fernando de la Rua (UCR) el cual lleva al pais a caer en una profunda crisis política e institucional marcada por la mala administración y corrupción, debiendo renunciar en diciembre del 2001.
Luego el Peronismo asume el control provisorio del país a través de su presidente provisional del senado el Dr Ramón Puerta, luego una asamblea Constituyente elegiría al Dr Adolfo Rodríguez Saa quien renunciaría al poco tiempo de asumir la presidencia, quedando a cargo el presidente provisional del senado el Dr Eduardo Camaño, todos estos presidentes interinos tuvieron un paso fugaz hasta la normalización institucional del país.
En el año 2002 hasta el 2003 asume la presidencia el presidente provisional del senado el Dr Eduardo Duhalde, quien convocaria a elecciones presidenciales donde se impondría en las urnas el justicialismo de la mano del Dr Néstor Kirchner 2003-2007, El peronismo seguiría manejando los destinos del país imponiéndose nuevamente en las elecciones del 2007 siendo la presidenta electa por el pueblo la Dra Cristina Fernández de Kirchner.
La etapa de Cristina Fernández de Kirchner
En las elecciones presidenciales del 28 de octubre de 2007 la fórmula Cristina Fernández de Kirchner-Julio Cobos obtuvo 45% de los sufragios y se impuso en la primera vuelta electoral20. Ese resultado fue posible en virtud del carácter polifacético de los acuerdos del gobierno nacional con fuerzas políticas de todo el país sin mayores bases programáticas. Sería imposible determinar los distintos afluentes que convergieron para reunir el porcentaje de votos de la coalición ganadora. La gran aceptación en la opinión pública de la gestión gubernamental fue, por cierto, un factor importante. Los apoyos de los dirigentes peronistas provinciales aportaron también una porción significativa de votos. A modo de indicio de cómo pudieron haber jugado las diferentes motivaciones del voto de la ciudadanía, es interesante señalar que en la provincia de San Luis, donde el gobernador peronista era crítico del kirchnerismo y además se había postulado como candidato presidencial, Cristina Fernández de Kirchner no obtuvo más que 12% de los sufragios. Ese dato indica el carácter decisivo del peso de los caudillos peronistas provinciales que adherían al gobierno nacional. Los gobernadores radicales de las provincias de Mendoza, Río Negro y Catamarca contribuyeron igualmente a acrecentar los votos de la fórmula ganadora, cuyo vicepresidente, Cobos, era parte de los llamados «radicales K». Un aspecto que cabe destacar fueron las derrotas de los candidatos oficialistas en los centros urbanos más modernos del país: Ciudad de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, La Plata y Bahía Blanca, mientras que los máximos porcentajes de sufragios se reunieron en las provincias gobernadas por el peronismo. Las presidenciales de 2007 demostraron que para el gobierno era difícil conquistar nuevas bases electorales distintas a las de origen peronista.
Al poco tiempo de iniciada la presidencia de Cristina Fernández, las protestas de los sectores empresarios del agro abrieron una nueva etapa de las relaciones políticas que incluyeron cambios significativos en los vínculos de sectores del peronismo con el gobierno kirchnerista. El rechazo al incremento de las tasas impositivas a las exportaciones agrarias movilizó a un multifacético conjunto de actores con sectores del mundo rural, que ganó adhesiones en los centros urbanos ajenos a sus actividades pero descontentos con aspectos de la gestión gubernamental. Las buenas condiciones de los mercados internacionales de productos agroalimentarios aseguraban altas tasas de rentabilidad para los productores y el gobierno pareció creer que el presupuesto público podía captar una parte de ellas. Sin duda, el gobierno de Cristina Fernández poseía una legitimidad de origen superior a la de su predecesor, pero los hechos mostraron que no contaba con los factores objetivos que habían desactivado los reclamos del inicio de la gestión kirchnerista. La salida de la situación de crisis y estancamiento había incentivado los reclamos de todos los agentes económicos; el aumento de los impuestos al agro fue rechazado como una iniciativa arbitraria en tanto mecanismo para fortalecer los presupuestos estatales con fines proselitistas, y así el problema quedó totalmente politizado. Por su parte, los voceros del kirchnerismo actuaron como si creyesen que podían hacer de la derrota de las resistencias agrarias una especie de gesta política susceptible de fusionar contra los «dueños de la tierra» a sus apoyos peronistas y de centroizquierda. Sin embargo, las movilizaciones de productores agrarios pequeños y medianos difundidas por la comunicación televisiva reflejaron reclamos que hablaban en nombre de la ética del trabajo, a la vez que denunciaban la complicidad del gobierno con grandes intereses monopólicos en materia agroexportadora21.
Desde el comienzo de la protesta, algunos dirigentes peronistas provinciales expresaron de modo más o menos público el rechazo al aumento de los impuestos a las exportaciones agrarias (en especial concentrados en la soja), mientras que algunos sectores justicialistas y de izquierda daban su adhesión a los reclamos de la Federación Agraria Argentina, la entidad que históricamente había expresado a los pequeños propietarios del campo. El gobierno, por su parte, activó el viejo clivaje «pueblo versus oligarquía».
En mayo de 2008, Kirchner asumió la conducción del Partido Justicialista en condiciones en las que era evidente que se trataba de una iniciativa que apuntaba a neutralizar las disconformidades que manifestaban algunos gobernadores y dirigentes provinciales con respecto a las orientaciones del gobierno y, más precisamente, respecto al enfrentamiento con los productores rurales. La ausencia en la reunión partidaria de algunos dirigentes importantes, todos pertenecientes a regiones que eran epicentros del conflicto agrario (Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires o Entre Ríos), mostró el deterioro de las relaciones entre los peronismos provinciales y el gobierno nacional. De todas maneras, esas ausencias se registraron en condiciones en las que el cuerpo directivo del Partido Justicialista en el nivel nacional quedaba integrado por la casi totalidad de los gobernadores peronistas. No obstante, cuando el gobierno envió al Parlamento el cuestionado impuesto, una parte de los diputados y senadores peronistas, al igual que la mayoría de los legisladores de la oposición, votó en contra, actitud a la que se sumó el vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, y así se hicieron públicos los resquebrajamientos de los apoyos del kirchnerismo.
Las primeras elecciones legislativas del periodo de Cristina Fernández, realizadas en septiembre de 2009, significaron un notorio retroceso político del kirchnerismo, que fue derrotado en los cinco principales distritos electorales del país: la Capital Federal y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. En el ámbito nacional, la coalición opositora denominada Acuerdo Cívico y Social superó por una ligera diferencia de votos al oficialismo con propuestas cuyo énfasis estaba puesto en las críticas a las transgresiones en el funcionamiento de las instituciones democráticas. Pero además de la pérdida de apoyos que pudo provocarle el conflicto rural, lo que más perjudicó al oficialismo en el plano electoral fue la disidencia abierta en el seno del peronismo, bloque que concurrió con candidatos propios a las elecciones y consiguió imponerse por un estrecho margen de votos en la provincia de Buenos Aires, donde reside casi la tercera parte del electorado nacional. Se agregó en lo simbólico el hecho de que Kirchner era el primer candidato a diputado nacional de la lista derrotada.
En la medida en que con las elecciones de 2009 el kirchnerismo perdió la mayoría en el Poder Legislativo, no parecieron exageradas las expectativas de quienes auguraron el comienzo de un nuevo ciclo político e institucional marcado por los protagonismos de los partidos de oposición. Sin embargo, la misma situación de desarticulación del campo político que había beneficiado a los promotores del kirchnerismo primero y los perjudicó luego, jugó en contra de quienes desde la oposición trataron de concertar sus fuerzas para proponerse como una alternativa política. El alto grado de desorganización de los partidos políticos y las consecuentes pujas personalistas entre sus dirigentes obstaculizaron en lo inmediato la acción mancomunada de los opositores.