"La 31 no da más" desde el Barrio Padre Mugica de Retiro los vecinos y vecinas manifiestan que "no hay libertad cuando el único plan es estirar el paquete de fideos toda la semana"

"Nos prometieron que venía el cambio y lo que llegó fue la motosierra al barrio", señala una vecina muy angustiada. "Nos hablaron de casta y nos quisieron convencer de que el enemigo es el vecino que cobra un mango del Estado o el pibe que hace un reparto en bicicleta, pero la casta somos el pueblo" agregó.

Un jubilado nos manifiesta que recorta sus gastos en remedios para que le alcance para comprar su garrafa, un jóven albañil nos cuenta que ya no encuentra changas, y una jubilada nos dice "el pueblo pone el cuerpo todos los días y nunca somos invitados a la mesa grande".

En Retiro la inflación no es un gráfico: es el precio que sube entre la mañana y la tarde. El tarifazo no es un decreto: es la boleta que te desordena el mes y te deja a oscuras. La desocupación no es un porcentaje: es el silencio del teléfono, el WhatsApp que no llega, el “hoy no hay”. Mientras tanto, se romantiza la meritocracia y se criminaliza la pobreza. Se recortan derechos con la misma facilidad con la que se recortan discursos en televisión. Se habla de orden, de aguante, que ya falta menos, promete el gobierno nacional, pero ¿qué orden puede haber donde falta el pan?

El barrio está al borde de explotar, y no porque la gente sea violenta, sino porque el hambre desespera. La paz social necesita dos pilares: trabajo digno y respeto. Trabajo de verdad, con derechos, con obra social, con un salario que no sea una carrera perdida contra los precios.

No vengan a explicar la vida a diario del Mugica con planillas de Excel, a la 31 se la entiende caminando sus calles, oliendo su cocina, escuchando su bronca. A la 31 se la cuida con urbanización de verdad, con servicios que funcionen, con seguridad que no criminalice al que madruga, con clubes de barrio que contengan a los pibes antes de que la esquina los devore. A la 31 se la respeta dándole laburo genuino a sus trabajadores, potenciando a sus emprendedores, invirtiendo en oficio y en futuro.

El Gobierno nacional habla de motosierra y licuadora; y nosotros hablamos de dignidad. Ellos dicen recorte; nosotros decimos pan y trabajo. Ellos repiten “no hay plata”; nosotros respondemos: sí hay pueblo. Y cuando el pueblo dice “basta”, no es un eslogan: es el límite ético a una economía que dejó de mirar personas para mirar celdas de cálculo.

No confundamos paciencia con resignación. La paciencia es la que nos sostuvo hasta acá; la resignación es la que nos quieren imponer para que aceptemos lo inaceptable. No hay orden posible sin justicia social. No hay futuro posible sin trabajo. No hay libertad posible con la heladera vacía.

A quienes hoy gobiernan les digo con respeto pero con firmeza: dejen de ajustar sobre los mismos de siempre. Vengan a mirar a los ojos a estas familias. Escuchen el latido de un barrio que quiere vivir en paz, que quiere progresar, que quiere levantar su casa sin miedo a que se la derrumbe la inflación, la desocupación o la indiferencia.

La Villa 31 no pide privilegios. Pide oportunidades. Pide salario que alcance. Pide precios que no sean un castigo. Pide seguridad sin prejuicio. Pide Estado presente. Solo pretenden vivir con dignidad.

Porque, al final, mientras toman más deuda externa, en la Argentina queda esto: la vida cotidiana. Y en esa vida cotidiana la casta somos el pueblo. Y el pueblo, cuando se organiza, no grita por capricho: grita por sobrevivir y por vivir mejor. Ese grito ya se escucha en todo el país. 

Por Marcelo Laghi