Mientras el Estado Nacional brilla por su ausencia en el conurbano, los vecinos y vecinas volvieron a confiar en el peronismo territorial ante la catástrofe

Durante la jornada del sábado, corresponsales de El Diario Peronista recorrieron distintas localidades del conurbano bonaerense gravemente afectadas por las inundaciones que azotaron la región. En cada barrio visitado, se repitió una constante: la comunidad organizada, las unidades básicas abiertas, los PJ distritales activos y el pueblo acudiendo solidariamente y siempre estuvieron presentes.

En medio del barro, el agua y la desidia oficial, los vecinos y vecinas no dudaron en señalar que la respuesta concreta, rápida y solidaria llegó —una vez más— de la mano de los locales peronistas. Comedores que se transformaron en centros de evacuación, militantes repartiendo alimentos, ropas y medicamentos, y dirigentes barriales organizando redes de asistencia con lo poco disponible, y sin recursos, todos a pulmón y mojandose sus zapatos.

“Llamamos a todos lados, pero los únicos que nos asistieron fueron los del peronismo”, nos dijo una vecina de Lima. En tanto en Zárate, Campana, Lanús, Quilmes, La Matanza y otros distritos, el panorama fue el mismo: los vecinos y vecinas indignados contenidos por la militancia territorial.

“No es casualidad, sabemos a dónde ir cuando se nos inunda el barrio, los compañeros del PJ sabemos que nunca nos fallan”, nos aseguró un vecino de Zárate, quien además destacó al referente Leandro Matilla "el presidente del pj está aca en el barrio desde esta mañana asistiendo".

Las inundaciones, lejos de ser sólo un problema climático, pusieron en evidencia la ausencia de políticas públicas estructurales, pero también dejaron al descubierto la vigencia de un peronismo que, aún sin recursos, no abandona al pueblo.

Editorial:

Desde El Diario Peronista reafirmamos nuestro compromiso de visibilizar estas realidades y dar voz a quienes, en medio del agua y el abandono, siguen construyendo solidaridad desde abajo.

Frente a la inacción del gobierno que recorta, ajusta y abandona, los vecinos recurrieron, como tantas otras veces, al entramado solidario del peronismo barrial. Todos sabían quiénes eran los que estaban ayudandolos. No hubo promesas vacías, hubo acción concreta.

El pueblo sabe. Sabe que la política no se reduce a una planilla de Excel. Sabe que la justicia social no se declama en conferencias, se construye en el barro, con las botas puestas.

Algunos se preguntan por qué el peronismo sigue vigente. Que recorran el conurbano inundado y escuchen al pueblo. Ahí está la respuesta.

Porque ser peronista no es una consigna de campaña: es una práctica cotidiana de amor, de entrega, de militancia silenciosa. Y en tiempos oscuros, es también el único faro encendido.