"Las Guerras espirituales no son entre carnes, sino entre Potestades"

Siempre creí que las guerras más difíciles no son las que se libran con armas o discursos, sino las espirituales, las que enfrentan potestades invisibles que intentan dominar el alma de los pueblos. Lo pienso seguido, sobre todo cuando veo cómo se mezclan la fe, la política y la manipulación.

Conozco a Sergio Massa desde hace tiempo, y aunque le guardo aprecio, siento que en su camino se fue olvidando del cristiano que alguna vez fue. 
Me viene a la mente el padre Mario Pantaleo, con su sabiduría sencilla y profunda. Él decía: “Yo no curo, registro”. Algunos se burlaban, pero quienes lo conocimos sabíamos que hablaba desde el espíritu.

Hoy me preocupa que intenten tentar a alguien como Dante Gebel para que se meta en la política y, peor aún, que lo usen. Dante es una persona especial, lo vi construir en Estados Unidos algo maravilloso, un espacio de fe y esperanza que inspiró a millones. Fue anfitrión cuando Bukele asumió en El Salvador y lo bendijo. Son amigos personales y miren lo que hizo Bukele: salvó a su pueblo. Transformó un país que estaba perdido en uno que hoy muchos miran como ejemplo.

Dante es un hombre de Dios, inteligente, con un don verdadero y divino. No todos pueden decir eso. 
En cambio, yo que conozco los vaivenes de la Argentina, desde mis cinco años, he visto pasar dictaduras, democracias, crisis y promesas incumplidas. 
Desde Martínez de Hoz y los militares del proceso, pasando por Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Néstor y Cristina, hasta llegar a Macri y ahora Milei. 
Vi el uno a uno, el helicóptero, los sueños, las caídas y ahora la motosierra.

No soy kirchnerista, soy cristiano, pero reconozco que Néstor Kirchner, con todos sus defectos, cambió el tablero. Eso sí: olvidó a quien le dio la mitad de la lapicera, Eduardo Duhalde, y se quedó con todo, así funciona la política cuando se pierde la humildad.

Hoy la Argentina está en manos de potencias extranjeras, somos rehenes de intereses de Estados Unidos, China y Rusia porque no tenemos reglas claras, ni amor verdadero por nuestra soberanía.

¿Cómo puede ser que no podamos pagar la deuda externa y, al mismo tiempo, nos roben los recursos del sur, nuestros peces, nuestro mar? 
Nos mienten en la cara y muchos se ríen por no llorar.

Yo camino todos los días, no necesito que el INDEC me diga cuánto cuesta vivir. Sé lo que vale una empanada, un pancho o un chipá para engañar el estómago, lo veo en la calle, en la gente.  Sé que para ser presidente en este país hay que haber pasado por todo eso, conocer cada villa, cada barrio olvidado, cada plato de comida votado por necesidad.

Soy hijo de un ferroviario, y cuando la vida cambió, mi padre empezó a trabajar en Loma Negra, la cementera de Amalita Fortabat. Por eso sé lo que es ganarse el pan con esfuerzo, no hablo desde el resentimiento, sino desde la verdad que da la experiencia.

Voy a hablar con Dante Gebel y con Bukele, si es necesario, para que no vendan gato por liebre. Que no usen su imagen para algo que no es real. 
Yo hablo con la verdad, y como dice la Biblia: “La verdad los hará libres”. Miro con el ojo del águila, soy astuto como la serpiente y manso como la paloma, pero cuando ya no hay retroceso, defiendo a mi Argentina, a mis hijos, a mis nietos y a todos los que aún creen en un país mejor.

Y les dejo un dato concreto, que también refleja el deterioro del sistema: hoy no hay efectivo en el Banco Nación. 
En cualquier sucursal, si querés retirar una suma importante, tenés que pedirla con 48 horas de anticipación. ¿Qué seguridad puede tener un ciudadano así? Si te roban, nadie responde. Andá al derecho del consumidor y reclamá. Yo lo digo porque lo viví.

Porque tengo la verdad, y la verdad aunque duela, es el único camino para volver a levantarnos como País.

Por Marcelo Laghi - Movimiento Cristiano Argentino